viernes, 31 de enero de 2014

TOKIO BLUES

Mi primer acercamiento a la obra de Haruki Murakami, ha sido mas que grato, aunque la cultura oriental se me complica en tanto nombres y tratar de pronunciar de corrido nombres como Setaya-ku Seijo o Asahikawa, lo tomo como un camino de aprendizaje: siempre hay algo que aprender y que discutir.

Aunque la protagonista de la historia es sin duda Naoko en su relación con Toru Watanabe; en lo personal me identifiqué mucho mas con Midori, la razón es sencilla, Naoko vive en un mundo depresivo, donde la luz del camino se ve inalcanzable, donde las sombras son las dominantes; en cambio Midori es luz, es alegría, es desparpajo, es curiosidad natural, es auténtica.

La vida Toru Watanabe, gira alrededor de sus experiencias al 90% con mujeres, largas conversaciones con mujeres que le van guiando en el camino de la adolescencia hacia la vida adulta. En ninguna cultura la transición es sencilla, mucho menos en etapas tan revoltosas (socialmente hablando) como finales de los sesenta. 

Si bien en la vida de Watanabe, las mujeres son las que dominan su entorno, los hombres son casi desapercibidos o solo como complementos para encajar las piezas del rompecabezas, también dejan su marca en su camino, unos más profundos, otros no tanto, pero son las mujeres las que marcan la pauta de su desarrollo, de sus sufrimientos y de sus depresiones. 

El  sentido que le imprime Murakami a la muerte es tan sencillo, tan noble, que resulta natural pensar en ello, no como una tragedia, no, sino como algo que simplemente se da, tarde o temprano, pero se da.

El suicidio parece ser la línea a seguir de los que rodean a Watanabe y eso es deprimente. Pero ¿qué sería de la vida sin esas tragedias? No todos los seres tenemos la capacidad de superar los problemas que nos aquejan y el suicidio es la puerta más cercana y sencilla de abrir. Aun con todo, en los momentos que parecen mas depresivos es Watanabe el que le pone sentido del humor al asunto, el que siempre ve el lado positivo, a pesar de que en entendimiento de las mujeres que ama, le acompañe la soledad y horas de tristeza.
No deja de llamar la atención la puesta en la mesa sobre el marxismo y la revolución social mediante el discurso atinado de Midori, es salvajemente honesto en cuanto a ese tema "¿qué revolución es ésa en que se alardea de palabras complicadas que el pueblo no entiende?¿qué clase de cambio social es ese?" 

Mi profesora de ciencia política seguramente le discutiría a Midori, y yo, pues me pondría del lado de Midori, también me costó mucho trabajo comprender el marxismo como filosofía, debo confesar que nunca fue mi doctrina preferida.

Si bien, me faltó un clásico "vivieron felices para siempre" no lo requiere la historia, pues el final feliz es a decisión del lector y mis conclusiones son que al final del camino todos encontramos lo que necesitamos, conocemos a las personas que nos cambiarán la vida, que nos ayudaran a madurar, pero nunca debemos dejar de ser los únicos responsables de las decisiones que tomemos. El camino de Watanabe no termina aún.

Tokio Blues, Norwegian Wood. Haruki Murakami, 2005, ed. Tusquets Editores.

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